(parte 3)
Es un hecho innegable
que las diferentes formas de agresión escolar o bullying se presentan como un
modelo de relación de la sociedad, que trasciende a la escuela pasando también
por la familia, al parecer porque escuela y familia perdieron la autoridad del
ejemplo y de la palabra, para que la práctica de los valores sea la estrategia
primordial en la solución de conflictos y en la construcción de una sociedad solidaria
y fraterna.
Padres de familia y
docentes que no han sido formados ni preparados se preguntan ¿qué hacer? para
prevenir o evitar que la agresión escolar que cada vez se inicia a edades más
tempranas y con mucha más fuerza, no siga creciendo. Docentes, padres y madres
de familia se quejan mutuamente de que la niñez y adolescencia son
exageradamente consentidas acá y allá.
Lo cierto es, que los y
las estudiantes que sufren el denominado bullying, no solamente que no pueden
aprender en un ambiente favorable, sino que tampoco pueden llevar una vida
normal, tornándose en un problema al que todos debemos afrontar responsablemente.
Una primera sugerencia a los docentes, nace de
estudios psicopedagógicos que afirman que las estrategias de enseñanza, la
experiencia, la dinámica y exigencia para la presentación de tareas, la manera
de promover la convivencia en el aula; es decir, “el estilo educativo del docente influye decisivamente en lo relativo a
guardar una disciplina mínima en el aula”, esto nos obliga a una
actualización y cambio de actitud permanentes.
Consecuente con la anterior, brota una segunda
sugerencia a las autoridades institucionales y distritales de educación. Aunque
“el hábito no hace al monje”, no es
recomendable encargar un grado o curso de los que llamamos “difíciles” a un
profesor “novato”, pues la
experiencia y la experticia son avales que proporcionan modos y formas para
lograr actuaciones más adecuadas en situaciones conflictivas. “La experiencia es un valor que
hay que rescatar” nos comenta el pedagogo argentino Fernando Osorio.
Una tercera y quizá las más
importante sugerencia emana de los principios de educación en
valores y al enfoque de derechos establecidos en la Ley Orgánica de Educación
Intercultural. Los docentes tenemos que esforzamos en enseñar a vivir los
derechos y deberes estudiantiles, a asumir sus compromisos personales y
sociales, a mejorar sus relaciones interpersonales y a responsabilizarse por
las consecuencias de sus actos. Así estaremos haciendo prevención de diferentes
problemas concernientes a la presencia de la agresión escolar o bullying; y a
la vez estaremos contribuyendo al desarrollo de la autoestima, la práctica de
valores, las habilidades sociales. Consecuentemente, las medidas punitivas y
sancionadoras contempladas en normas legales, pasarán a ser un requerimiento
extremo.
Una
cuarta sugerencia la hace Ramón Fabelo de nacionalidad cubana. “Los docentes tienen que romper con la
conspiración del silencio que suele establecerse en torno a la agresión
escolar, en la que tanto las víctimas como los estudiantes que la observan
parecen aliarse con los agresores al no denunciar las situaciones de bullying”.
Obviamente los docentes y los departamentos de consejería escolar tienen que
motivar y ayudar a los estudiantes a desenmascarar a los agresores, a no
tolerar más las situaciones injustas, a que denuncien cualquier agresión que sufran
u observen. Los estudiantes perderán el miedo si tienen la seguridad de este
apoyo. Los estudiantes, recobrarán su confianza, si saben que al denunciar a
los agresores, están defendiendo la igualdad de oportunidades y creando un
ambiente favorable para su formación integral. Pues, si todos denuncian, nadie
podrá reaccionar contra ellos.
Claro está, que “Ningún niño nace tímido, agresivo o socialmente hábil para aprovecharse
de ello”. Es
la influencia familiar, el entorno del vecindario, el ambiente escolar, las
normas y los valores que se le inculcan, los que van cotidianamente
configurando su comportamiento escolar y social y su futura personalidad.
Finalmente, si todos
buscamos estrategias de prevención en común, estaremos potenciando aquellos
valores que tienen que ver con la formación de ciudadanos y ciudadanas críticas
que participen activamente en la construcción de una sociedad más solidaria, equitativa
y favorable para el buen vivir.