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domingo, 17 de febrero de 2002

Dialogo con doña Dedicación:

UNA MUJER DE RAZONES

Pasar de la ficción a la realidad no es nada grato, sobre todo cuando en la ficción se vive ese mundo ideal, ajeno al sin sabor y alejado del engaño. Cuando uno tiene que vivir la realidad, liarse con ella, agarrarla... entonces el corazón se acelera, la sangre golpea, los ojos se irritan, las manos se crispan y todo uno se vuelve un... Pasar de Jamil Mahuad (Harvard)... disfrutando nuestra riqueza en Estados Unidos, “o sea fuera de este mundo” a Dedicación, todavía “en este mundo”.

· -No, en este mundo no- me dice Dedicación una vez que le he contado mi conversación con Jamil Mahuad.

Las palabras de Dedicación me dejan quieto: “En este mundo no”. ¿Es que hay más mundos? ¿Es que acaso hay un mundo para unos y otro para otros?

ü Claro, -claro que lo hay- insiste Dedy.

Me ha dicho que la llame así, Dedy, sin más, sin apellido, no porque no lo tenga sino porque no lo necesita ahora, en esta conversación.

ü El apellido es bueno para firmar papeles, pero una no tiene papeles que firmar.

Ella insiste en que no la llame señora, aunque lo es por los cuatro costados de su existencia; ella me dice que no la retrate, aunque en su cara el dolor ha ido envejeciendo los años que todavía no han llegado; aunque sus manos han pasado de la figura cosmética y publicitaria al esfuerzo duro del trabajo cotidiano.

ü Mire amigo, paso arreglando dos y hasta tres casas al día.

Me lo ha dicho así, tajante, sin esfuerzo, porque el esfuerzo lo dejó arrinconado allí, en las dos casas, entre los muebles, vertido en el tobo, pulido en el piso, Esfuerzo pulido. Dedy me ha contado que tiene cuatro hijos.

ü Cuatro demonios –dice-.

Y luego, con una sonrisa más grande que el mundo, afirma:

ü Cuatro estrellas, cuatro corazones.

· Dedy, yo quisiera hablar con usted acerca de las próximas elecciones, hablar de la realidad nacional, de la corrupción. (si es cierto que va a escribir esto le ruego que ponga CORRUPCIÓN con letras grandes creo que me entiende por qué) del petróleo, de nuestros recursos naturales; es decir de la riqueza nacional.

ü ¿De qué ha dicho?

· De nuestros recursos naturales, de nuestra riqueza nacional.

ü ¿Recursos de quién? ¿Riqueza de quién?

· De la riqueza de la nación.

ü De unos cuantos oligarcas y de otros tantos avispados querrá decir usted.

§ Dedy...entiéndame

ü Nada, todo eso es puro bla bla.

§ Algún día sus hijos...

ü Que no. Que mis hijos ya tienen su sino marcado. Mis hijos ya tienen mi apellido, y ya sabe usted para que sirve el apellido.

Imposible razonar con Dedy. Es decir, Dedy es la razón pura, la razón hecha pregunta. Ustedes podrán decir que Dedy es conformista. Pues yo les digo que no, que en todos sus interrogantes hay una protesta gritona, desesperada, desafiante.

· Lo que ocurre Dedy es que usted ve el mundo desde su mundo.

ü Si señor porque hay dos visiones del mundo: el mundo desde mi mundo y el mundo desde su mundo, desde el mundo de los tecnócratas y burócratas.

· ¿Por qué desde el mío?

ü Porque su mundo o el de ellos es el mundo de la no necesidad, y el mío es el mundo de la necesidad perpetua.

Me dejó desconcertado. Si me hubiese dicho otra persona diría que me estaba insultando. Pero Dedy no es una mujer de insultos, sino una mujer de razones. ¿Y cómo voy a disuadirla yo de que su mundo y el mío o el de ellos son distintos? Y es evidente: yo trabajo con la pluma, con la cabeza (y no niego que no sea trabajo) y ella trabaja con la fuerza de la mano, haya o no haya razón en la cabeza. ¿Y cómo voy a discutirle yo esta gran verdad a Dedy?

ü ¿Su mujer trabaja?, sé que es médica.

· Si.

ü ¿No lo ve? Dos mundos.

Esta es Dedy: mujer entera, mujer de razón, mujer sin títulos, mujer sin apellidos, mujer con cuatro hijos, mujer por primera vez entrevistada, mujer que nunca saldrá en las páginas de los periódicos a no ser en la sección de sucesos....

ü Tempranito tengo que levantarme, preparar las cosas de los chicos, asearlos un poquito para que en el colegio puedan ser como los otros, acompañarlos hasta donde se coge el autobús, y luego agarrar yo el camino para cruzar la ciudad y usted sabe…, para mantenernos. Un día me dijo Pedrito, el más grande, “mamá, yo te ayudo”; ¿ayudar a qué? chico de un cuerno; “a ganar algunos centavitos”; lo tuyo ahora es estudiar para que cuando seas grande sepas defenderte, que mientras yo esté viva nada les ha de faltar. Y Luis, el que le sigue, por ser tan valiente como su hermano, me dijo: “yo también mami, yo puedo cuidar y lavar carros en el parque”; que no a los dos, que ustedes tienen que ser hombres de valer, hombres de vivir en otro sitio. A veces pienso que ellos ya tienen el destino marcado, que casi es mejor sacarlos del colegio, pero insisto en que no, en que la vida tiene que ser distinta para ellos.

· Pero yo había venido para hablar con usted de la realidad nacional, de la CORRUPCIÓN, del petróleo, Me encargaron que así lo hiciera. Ya ve Dedy ese es mi trabajo, usted no quiere hablar. Y aunque no lo crea es un trabajo duro.

ü Lo creo.

· ¿Me ayuda?

ü Comience pues.

Se le encendieron los ojos. Intentó sentarse, solo por ayudarme a mí, no por descansar ella. Pero antes me dijo:

ü Primero un café.

Se fue y vino como un rayo. Se fue y vino con el café.

ü Un cafecito, sin pan..., usted sabe. No sé dónde vamos a llegar con los precios.

· Muchas gracias Dedy.

ü Pregúnteme pues.

· ¿Qué significa para usted el petróleo?

ü Nada. No significa nada.

· Pero si el petróleo es nuestra riqueza nacional.

ü ¿Y qué? ¿Acaso la disfruto yo? ¿Acaso la disfrutan mis hijos? ¿O la vecindad?

· ¿Quién cree usted que la disfruta?

ü Alguien la disfrutará. Los pobres desde luego que no.

· ¿Ha traído el petróleo algún bien para la provincia, para su comunidad?

ü Claro. Ha traído CORRUPCIÓN. Eso no es una invención mía. Todos los días aparece en el periódico, y me imagino que también usted lo lee y lo sabe. ¡No sé por qué usted se extraña! Lo último es el caso Emanuel el (Ministro) de Finanzas.

· ¿Y qué más ha traído?

ü Ganancia fácil para unos cuantos. Facilismo.

· ¿Qué es eso?

ü Mire amigo, aquí todo el mundo (los del otro mundo) cree que tienen derecho a todo. La gente se ha acostumbrado a gastar, a mal gastar, a emborracharse de lujo, a despilfarrar. Dígame usted los carros, los viajes. ¡Ni en los Estados Unidos, pues! Aquí la gente presume más que el Bill Clinton. Hoy sacan billete para Miami, mañana se van a Europa, pasado mañana a... ¿Quiere que le diga una cosa? Aquí se han acostumbrado a no trabajar, a que todo les den hecho, a que todo nos lo regale el Estado... Aquí se condecora cada día un funcionario público y se hacen comilonas mientras en las calles la gente se muere de hambre, los niños comen miseria. Votamos por un partido sin razonar, para ver si sacamos algún puestito en el que no haya que trabajar y así cobrar (como los pipones de Abdala y Alarcón) para eso sirven las elecciones aunque no me ha preguntado. Y eso no puede ser. Como el Estado tiene dinero petrolero, que pague el Estado. Y quién produce, ¿eh?, quién produce? Aquí esta el mal.

Si este discurso me lo hubiese dicho otra persona no le haría demasiado caso, pero tratándose de Dedy... ¡caramba, que verdad más fuerte sale de su boca! Dedy, una mujer con la responsabilidad para ella sola con cuatro hijos encima y de cómo echarlos para adelante, para que el día de mañana... “ayuden a su gente, a la patria”.

ü Pero no se asuste mi amigo,- me dice Dedy -. No se asuste, por que al fin y al cabo mi palabra no tiene valor, nadie la escucha.

· ¿Cómo que no tiene valor su palabra, Dedy? Su palabra es más verdadera, más pura, más incontaminada que toda nuestra palabrería junta. Yo creo, Dedy, que es necesario que llegue el día en que comencemos a hacer caso a las palabras de ustedes, por que en ellas no hay intereses, por que en ellas no hay proyecciones de acaparamiento. Yo creo de verdad, amiga Dedy, que usted, y muchas como usted son las auténticas consejeras, por que son las autenticas sufrientes. Cuando nos olvidamos del sufrimiento Dedy, del propio y del ajeno, nos olvidamos del hombre; y entonces todo lo demás se vuelve pura fantasía, pura especulación. Que si esta forma de gobierno, que si aquella; que si esta ideología, que si la otra; que si este sistema, que si el otro. Nosotros, los “intelectuales” nos llenamos la boca con palabras técnicas. Pero son palabras frías, sin vida, sin calor. Son palabras de libro de texto. Y eso no sirve.

ü ¿Usted me está apoyando?

· ¡Cómo no voy a apoyarla, Dedy, si su vida me golpea más que todas las teorías y que todas las doctrinas! Y este café que ahora estoy tomando con usted, Dedy, mientras espera la llegada de los chicos, tiene más sabor que todos los güisquis juntos que se toman fiesta tras fiesta “los del otro mundo”.

ü Yo..., mientras haya trabajo... Es importante que haya trabajo. Pero es quizá más importante que el trabajo esté mejor repartido, y por supuesto, que esté mucho mejor repartida la remuneración en base al esfuerzo realizado. Hay una cosa que no entiendo: la sociedad no valora el esfuerzo, sino el status del trabajo. Yo puedo trabajar ocho y más horas, como usted. Pero puesto que su trabajo amerita un esfuerzo intelectual tiene más valor para la sociedad que el mío, que exige un alto esfuerzo corporal. Y también hay personas que no se esfuerzan ni corporal ni intelectualmente, y no obstante son valoradas en precio más que nosotros, como los... Esos son parte de la corrupción, los que disfrutan la riqueza nacional.

· Eso es verdad.

ü Claro que lo es. Sino dígame… Mire, ahí vienen los chicos. Es bueno que los conozca. Vénganse para acá, chicos. Voy a presentarles a un periodista de “Mujer Imágenes y Testimonio”

· Los chicos saludaron y se metieron dentro. Dedy me miraba, ya sin pregunta, ya sin respuesta. Sorbió el cafecito frío. Y casi para despedirme me dijo:

ü ¿Le ha servido para algo la entrevista?

Yo me quedé muy pensativo. Miré fijamente a Dedy. Le agradecí todo. Y mientras me alejaba de su casa, dejando atrás a una mujer de cuerpo entero y de alma inmensa, pensé: ¡Me ha servido la entrevista! ¡Le servirá a alguien!