Daniel Noboa, cumpliendo obedientemente la receta del Fondo Monetario Internacional, ha iniciado una nueva ofensiva neoliberal en Ecuador. El despido de 5.000 empleados y trabajadores públicos no es un simple ajuste técnico, es un ataque frontal a la clase trabajadora, a la estabilidad de miles de familias y a la soberanía nacional. Y lo peor está por venir, se prevé una evaluación punitiva con la que el gobierno bajo el disfraz de “eficiencia y racionalización del gasto”, amenaza con despedir a 40.000 trabajadores más. Frente a esto, la indignación crece, y con ella, se avecinan nuevas movilizaciones populares.
Hoy la oligarquía ya no necesita tanques ni bayonetas para derrocar gobiernos progresistas, ahora se impone con tecnócratas, préstamos condicionados y discursos mediáticos bien engrasados. Daniel Noboa no gobierna para el pueblo, sino para las élites económicas. A sabiendas que las recetas del FMI, nunca han mejorado las condiciones de vida del pueblo, cumple las órdenes de los dueños del capital, condenando al país a más dependencia, más desigualdad y menos futuro.
Hoy el neoliberalismo no se muestra con rostro agresivo, sino como “progreso, modernización o reforma necesaria”. Pero bajo esa máscara se esconde lo de siempre: despidos masivos, privatización de lo público, reducción de derechos laborales y empobrecimiento de las grandes mayorías. La lógica es perversa, mientras despiden a trabajadores, aumentan los beneficios para grandes empresarios, banqueros y organismos internacionales; como el milagro de la Exportadora Bananera Noboa, que de la noche a la mañana disminuye la deuda con el SRI de 93 millones de dólares a 21 millones. Así de fácil, el Estado deja de servir al pueblo para convertirse en gerente de intereses privados.
En este contexto, la lucha no solo es económica, es también por la conciencia. La derecha persuade al pueblo con la idea de que “no hay alternativa y que el éxito está en la inversión extranjera”. Pero esas son mentiras diseñadas para perpetuar el saqueo. Frente a estos atropellos, la resistencia no es solo legítima, es urgente y necesaria. El pueblo ecuatoriano tiene historia de lucha. Los trabajadores, campesinos, mujeres y estudiantes, ya han derrotado políticas similares y volverán a hacerlo.
Las calles nuevamente serán escenario de protestas. Porque cuando nos arrebatan el trabajo, la educación, la salud y la seguridad; respondemos con unidad y rebelión como un acto de dignidad.