Compartí mi adolescencia junto a otros jóvenes soñando en la lucha revolucionaria para tomar el poder y cambiar el sistema opresor. Nos preguntábamos ¿dónde estaba o quienes tenían realmente el poder? Fue el profesor del colegio quien aclaró que hay tres poderes. El Poder Ejecutivo cuyo Presidente permanece secuestrado en el Palacio de Carondelet; el Poder Legislativo ejercido por una trinca de “chuchumecos”; y el Poder Judicial que mayoritariamente sirve para condenar a los ciudadanos de las clases populares.
Más
tarde, un obrero socialista nos explicó que el poder está un poco en Carondelet,
otro poco en la Asamblea y en los Tribunales de Justicia; pero que el verdadero
poder está en las Fuerzas Armadas y muchísimo más, en los grandes empresarios,
banqueros y en los medios de comunicación masiva que son los que manejan todo y
se encargan de persuadir y atemorizar al pueblo. Así, parecía imposible acceder
al poder, el sueño se vino abajo, aunque con la moral siempre alta decidimos
engrosar las filas de la izquierda.
Como
consecuencia de la lucha sindical retornamos a la democracia burguesa con Jaime
Roldos, mucha gente puso sus esperanzas en él, pero los sueños se derrumbaron
cuando la CIA en 1981 lo asesinó, sin darnos tiempo para ver si se podía cambiar
la agresiva crisis socio económica de la década dictatorial impuesta por el
capitalismo criollo. A partir de allí, la realidad política neoliberal sigue
intacta al igual que la explotación y opresión hacia los ciudadanos
inconformes.
El
presidente Daniel Noboa, ha decepcionado a los votantes anticorreistas que
esperaban un gobierno que no pacte con la corrupción, un gobierno que dijo que
no son anti nada si no un pro infinito, un gobierno que disminuya las grandes inequidades
y desigualdades, respetuoso de los derechos humanos, de los de la naturaleza, que
resuelva los problemas de la salud y educación. Hoy en la asamblea se pretende
priorizar impunidad y amnistías a sentenciados confesos, y no legislar para
beneficio de las mayorías, para eliminar la inseguridad y tener un trabajo con
una remuneración justa que alcance para vivir decente y dignamente.
Recientemente
coincidí con un amigo de aquel lejano sueño. Con él, concordamos que una de las
patrañas correístas fue desmovilizar y despolitizar al pueblo, que, ante eso, es
necesario construir y crear poder desde abajo, a fin de recobrar y fortalecer
la organización social. Ese es el caso del magisterio ecuatoriano, que junto a
la UNE ha logrado victorias importantes como la nueva LOEI, la equiparación
salarial, luchas que parecen aisladas e incluso incomprendidas por los propios
maestros, y, sin embargo, van forjando la unidad para ese nuevo país que
queremos construir.
Pero
ojo, el mejoramiento de las condiciones de vida no vendrá esperando cómodamente.
Hay que crear un torrente imparable de solidaridad y lucha que desemboquen en
la unidad popular de los sectores postergados por los gobiernos de turno.