Apremia un nuevo punto de vista sobre la realidad escolar, un análisis sereno acerca del rol de cada integrante de la comunidad educativa y de cuáles son sus prioridades, especialmente de los alumnos, que son la razón de ser de la escuela y que en ellos se basa todo lo que trabajamos. Es a ellos a quienes tenemos que rendirles cuentas y no la tecnocracia educativa, ni siquiera al gobierno de turno.
La tarea educativa tiene muchas aristas que nos permite a los docentes considerar una variedad de herramientas para trabajar con creatividad, cariño, confianza y dejando recuerdos felices en la niñez. Es hora de dar otra mirada al sistema educativo y entender que el enfoque debe centrarse en las personas que trabajan, estudian y conviven en la escuela, promoviendo la participación activa en todo lo que sucede en ella, pues la escuela tiene que ser protagonista de la crítica realidad que vive el país y el mundo.
No bastan las clases en radio, televisión o internet, los docentes comprendemos que el valor humano, las exigencias morales e intelectuales que nos competen como educadores de las nuevas generaciones, conllevarán a transformar la sociedad y a construir un país más solidario, donde cada ciudadano tenga derecho a su identidad personal y a realizarse en medio de la colectividad sin sacrificar sus diferencias individuales.
Dejemos claro, la educación no debe estar recluida injustamente a la jornada escolar, sino fusionar lo que la niñez y en general las personas sienten, viven y crean para disfrutar de la vida con dignidad. No se trata, como pretende la escuela revisionista, de adaptar al alumnado a la caduca sociedad Se trata de prepararlo para que sea crítico del entorno en que vive y para que sea capaz de transformarlo desde sus mismos principios. Paulo Freire, insistía que, “los cambios sociales vendrán de las zonas marginales, de la gente que piensa en cambios radicales.”
Los docentes tenemos un deber cívico y revolucionario. Está en nuestras manos el futuro y el presente de la humanidad, depende de nosotros que esa humanidad sea dueña de su propia vida o, por el contrario, de que sea servil al sistema que niega sus derechos y lo oprime. La educación no nos pertenece a nosotros, sino a la niñez y juventud, a nuestro pueblo que día a día sobrevive redescubriendo que el sistema y la corrupción los condena cada vez más a la pobreza.
Rompamos las cadenas que nos atan al bullicio de las redes, salgamos junto al pueblo a demandar de la Corte Constitucional y del Presidente Lasso la vigencia de la Ley Reformatoria a la Ley Orgánica de Educación Intercultural, aprobada por la Asamblea Nacional y sancionada favorablemente por el Presidente Moreno. La aplicación de las reformas a la LOEI, dignifica a maestros, estudiantes, madres y padres de familia, significa además, mejorar las herramientas para erradicar las consecuencias nefastas de la crisis educativa, social, sanitaria y económica impuesta por la burguesía internacional.