A lo largo de la historia, las
estructuras de poder de los gobiernos en todo el mundo, y por supuesto en el
Ecuador, han excluido y discriminado a las mujeres del ejercicio pleno de sus más
elementales derechos, lo que ha hecho del 8 de Marzo una fecha significativa de
la lucha por derribar los muros que impiden la verdadera emancipación.
La sociedad y las propias mujeres no
quieren un 8 de Marzo con discursos demagógicos para las mujeres del año, en el
cual se olvidan de las mujeres que luchan toda la vida. Tampoco quieren homenajes
frívolos, sino el compromiso gubernamental para erradicar las condiciones de
inequidad, desigualdad, injusticia y otros males aún vigentes especialmente en
los sectores de permanente postergación.
En los
momentos actuales en que los gobiernos hablan de mayor atención a la mujer,
contrariamente se destaca con crudeza como las políticas neoliberales agravan
la situación de violencia y de pobreza de las mujeres, dolencias que se
evidencian en los campos de la educación, de la salud, de la participación
política, en la falta de oportunidades de trabajo, etc., etc.
Cuando se pide menos discursos y
homenajes, no se dice que las mujeres no merezcan rosas y poesías. Sino que ellas
se merecen más que flores y versos, porque son un canto a la vida, al trabajo y
al amor, son testimonio de rebeldía, unidad y resistencia. Las encontramos a
diario batallando con su tenue mirada, pero sin renunciar a su lucha
emancipadora, encendiendo a la par con la pasión de su afecto la utopía de la patria
nueva y soberana.
Al rememorar esta fecha, es importante resaltar
el valor de mujeres como Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, como Manuela Sáenz,
Manuela Cañizares, Matilde Hidalgo, Dolores Cacuango, Transito Amaguaña, Rosita
Paredes y otros cientos de mujeres anónimas que, en innumerables jornadas de
lucha, y desde la perspectiva de clase exigieron respeto a su dignidad y
valoración real de su aporte a la sociedad.
Una vieja canción dice “que la mujer es sexo frágil, que mentira más
absurda…, como es fuerte la que yo conozco, su sabiduría no tiene precio…, yo
no llego a sus pies...” Mi admiración y respeto a todas ellas, que a veces
soñadoras y complicadas, atrevidas y apasionadas, pero siempre firmes en sus
principios y convicciones luchan por la dignidad y la vida.