Paulo Freire nos enseña que la
imaginación y la educación nos acercan a la utopía de ese otro mundo posible.
Nadie dudará que una y otra constituyen los principales mecanismos para igualar
las oportunidades de los ciudadanos mediante un paradigma emancipador y así lograr mayor inclusión y equidad en esta
sociedad cada vez más desigual.
Sería injusto negar que el
gobierno anterior mostró su preocupación por la difícil situación de la
educación ecuatoriana, sin embargo, los ministros de educación en la práctica
agravaron y alteraron cifras para decorar sus gestiones. Por ejemplo, se
declaró al Ecuador libre de analfabetismo, la construcción de “escuelas del
milenio”, que lejos de mejorar la oferta educativa, sirvieron para excluir del
derecho a la educación a miles de niños de los sectores rurales y, para que
funcionarios corruptos puedan hacerse de fuertes donativos económicos producto
de los sobreprecios.
Mientras la ciudadanía y el
magisterio saludaban la aprobación de una nueva Ley de Educación, desde el
ministerio de educación y sus dependencias en todo el país, se
institucionalizaba la improvisación, se habló de un reordenamiento que resultó
caduco y carente de políticas coherentes y continuas relacionadas con la
investigación, capacitación y procesos curriculares, lo que provocó una
difusión anárquica de programas como festivales de lectura, recreos verdes,
mingas familiares, etc., que no contribuyen al anhelado objetivo de
mejoramiento de la calidad de la educación.
El pasado miércoles 14 de marzo, gracias
a la presión ciudadana y al principal gremio magisterial, la Unión Nacional de
Educadores - UNE, renunció a la presidencia de la Comisión de Educación de la
Asamblea Nacional, el Ex Ministro de Educación, Arq. Augusto Espinosa,
principal responsable de la debacle del sistema educativo. En su período se
cometieron los abusos sexuales más detestables a niños y niñas, los cuales
fueron encubiertos bajo el pretexto de una interminable indagación. Se desvalorizó
la profesión docente, disponiendo que cualquier profesional, incluso
bachilleres, puedan ser profesores. Dispuso además la ejecución de tareas
administrativas y la elaboración de un “portafolio” que solamente sirve para
distraer a los maestros de su trabajo en el aula.
Por último, los y las
Asambleístas deben tener presente que la sola renuncia a la comisión de
educación, no es suficiente para tanto daño a la niñez y juventud, como tampoco
es la idea de un juicio político, que merecido lo tiene. Es urgente el cambio
estructural de todo el sistema educativo.