Si hacer mayores esfuerzos, cualquiera que se aleje de las apariencias puede percibir que el sistema educativo actual ha logrado anular o al menos controlar en estudiantes y docentes e incluso en buena parte de la sociedad, la capacidad para hacer una opinión crítica sin temores y todo tipo de reflexión que no se pinte de verde agüita.
Los ecuatorianos llegamos en cierto momento a creer que la propuesta de revolución educativa contribuiría a mejorar los procesos de conocimiento y aprendizaje como la base de un nuevo país, un país para todos, donde la justicia social sea una realidad. Sin embargo las reformas educativas se impusieron sin considerar necesidades y opiniones de estudiantes y docentes, lo que a la larga, ha determinado que las reformas no conlleven ningún cambio significativo que no sea, la producción de más papeles que en la práctica no sirven para nada.
La burocracia revolucionaria no ha logrado entender que enseñar es una profesión y un arte que al decir de Paulo Freire, requiere un aprendizaje permanente en lo pedagógico y en lo académico, por tanto una formación, capacitación y actualización ligada a la práctica docente en el aula; solo así, los nuevos conocimientos que se construyan servirán para resolver las situaciones y problemas reales que afronta la sociedad.
La aniquilación desde el oficialismo de la reflexión y el análisis crítico de la práctica educativa y social han llegado a tal extremo, que ni los docentes ni desde la sociedad se intenta explorar la posibilidad de preguntar, claro, hay cierto conformismo sinónimo de temor a la sanción y a la persecución. Desde luego, nada es por casualidad, esta anulación del pensamiento viene de más allá del Ministerio de Educación, a ellos mismo les impone la OMC, el FMI, el BM, los BRICS entre otros organismos neoliberales.
De allí que no debe sorprendernos que el sistema educativo tal y como está planteado y diseñado, no es la herramienta propicia para educar y formar a los ciudadanos; por el contrario se ha convertido en el instrumento encargado de apartar a la niñez, adolescencia y juventud del pensamiento, de la crítica, para a cambio decretar la aceptación de normas y reformas neoliberales así porque sí. Porque para ellos, el adoctrinamiento es mejor que la creatividad y el pensamiento crítico que le haga crecer a la juventud como personas y como sociedad.
Los ecuatorianos llegamos en cierto momento a creer que la propuesta de revolución educativa contribuiría a mejorar los procesos de conocimiento y aprendizaje como la base de un nuevo país, un país para todos, donde la justicia social sea una realidad. Sin embargo las reformas educativas se impusieron sin considerar necesidades y opiniones de estudiantes y docentes, lo que a la larga, ha determinado que las reformas no conlleven ningún cambio significativo que no sea, la producción de más papeles que en la práctica no sirven para nada.
La burocracia revolucionaria no ha logrado entender que enseñar es una profesión y un arte que al decir de Paulo Freire, requiere un aprendizaje permanente en lo pedagógico y en lo académico, por tanto una formación, capacitación y actualización ligada a la práctica docente en el aula; solo así, los nuevos conocimientos que se construyan servirán para resolver las situaciones y problemas reales que afronta la sociedad.
La aniquilación desde el oficialismo de la reflexión y el análisis crítico de la práctica educativa y social han llegado a tal extremo, que ni los docentes ni desde la sociedad se intenta explorar la posibilidad de preguntar, claro, hay cierto conformismo sinónimo de temor a la sanción y a la persecución. Desde luego, nada es por casualidad, esta anulación del pensamiento viene de más allá del Ministerio de Educación, a ellos mismo les impone la OMC, el FMI, el BM, los BRICS entre otros organismos neoliberales.
De allí que no debe sorprendernos que el sistema educativo tal y como está planteado y diseñado, no es la herramienta propicia para educar y formar a los ciudadanos; por el contrario se ha convertido en el instrumento encargado de apartar a la niñez, adolescencia y juventud del pensamiento, de la crítica, para a cambio decretar la aceptación de normas y reformas neoliberales así porque sí. Porque para ellos, el adoctrinamiento es mejor que la creatividad y el pensamiento crítico que le haga crecer a la juventud como personas y como sociedad.