Los que nos manifestamos en su momento para forjar la unidad contra la dictadura militar de la década del setenta, no podemos reivindicar nada, quizá solo nostalgia, porque a cuarenta años no hemos conseguido evitar que la corrupción y el oportunismo nos devuelva ese sueño de una patria libre y soberana.
Un legado de esos héroes anónimos que entregaron su vida por una vida digna, debería ser animarnos a perder el miedo a la represión y persecución, ser más decididos en la defensa de nuestros derechos, ser más efectivos en el reclamo de la libertad y en contra la agenda de amedrentamiento del oficialismo.
Hoy que nos obligan a ser parte del Estado de propaganda, los sectores populares no pueden confundirse con aquellos que pregonan la unidad para cambiar al Presidente de turno, con los que hoy se declaran defensores de la democracia diciendo que "hay que aprender las lecciones". No les dejemos salirse con las suyas. Las lecciones fueron obvias para el pueblo, ellos para poder rifarse la patria, mucho antes al igual que en estos tiempos, intentaron destruir las organizaciones populares.
La lucha por el poder sigue siendo igual, entre los grupos económicos y el pueblo de a pie. La tarea de forjar la unidad debe desbordar los límites que tratan de imponernos con propaganda al estilo del facista Goebbells y proyectarse con fuerza hacia la unidad de todo el pueblo, a través de la acción práctica de las organizaciones y movimientos sociales de ayer y de hoy reviviendo la vieja consigna popular “obreros, maestros y estudiantes, ¡unidos y adelante!”, sin dejar de lado los gremios de profesionales y otras de entidades populares de la ciudad y del campo.
Desde luego que no se podría entender hoy un sistema democrático sin partidos políticos, estos son un mal necesario y aunque buena parte de la ciudadanía los valora negativamente. También es cierto que los ciudadanos se han alejado de ellos por considerarlos que su acción partidaria se ha centrado en el tradicional reparto de la torta burocrática desde Carondelet o la Asamblea Nacional.
Lo fundamental tiene que ser entonces, la presentación de un programa de alternativas de soluciones elaborado colectivamente para enfrentar tanto al proyecto neo revolucionario como al de las clases dominantes. A esto solo se podría responder con la convocatoria a una gran unidad, a una unidad que renazca desde las bases de las organizaciones y movimientos sociales.