Por disposición ministerial la
semana que culmina se destinó a la recepción de exámenes del primer quimestre. Sin
embargo, dista mucho aún para que la evaluación conforme lo señala el reglamento
a la LOEI sea un “proceso continuo de observación, valoración y registro de
información que evidencie el logro de objetivos de aprendizaje de los
estudiantes”.
Está normado que los exámenes
quimestrales valorativamente representan la quinta parte del proceso evaluativo,
sin embargo es incomprensible la creciente ansiedad y tensión en estudiantes y
docentes, deterioro de las relaciones familiares, jornadas de trabajo
“incompletas”, y más preocupante aún, ver a niños y jóvenes estudiantes en las
calles a media mañana, locales de juegos electrónicos, centros comerciales e
incluso bares llenos de estudiantes. Me pregunto ¿por qué?.
Vasilichencko señala que “se
puede evaluar sin exámenes (siempre y cuando) los procesos de aprendizaje estén
colmados de entusiasmo y motivación”. Los exámenes no pueden inducir a valorar
sólo lo observable sin analizar las causas de aciertos y fracasos, en esto último
radica su utilidad.
Que los estudiantes hayan
olvidado ciertos conocimientos o destrezas trabajadas no es del todo una tarea
infranqueable; lo que los estudiantes no olvidarán jamás, es la forma como se
llega a ellos, la sana orientación hacia el logro de objetivos, los
sentimientos humanos, la solidaridad, el compañerismo, el ejemplo y la
responsabilidad. Esto debe preocuparnos más, en esto debemos gastar nuestras energías.
En enseñar que otro mundo es posible.
Si en los planteles se generan
espacios de reflexión pedagógica, los docentes de manera consciente
reflexionarán que evaluar al estudiante significa evaluar su propio trabajo.
Que la evaluación es una actividad intencional que capacita para la vida y el
trabajo.