lunes, 6 de diciembre de 2010

DERECHOS HUMANOS

Luchar contra la pobreza es una obligación, no es hacer caridad…

El 10 de Diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos inicialmente en su afán de impedir que los horrores de la Segunda Guerra Mundial se reproduzcan. Ahora 62 años después, se lucha por “la universalización de todos los Derechos Humanos, sin discriminaciones de ningún tipo, como la idea clave para orientar el presente y futuro de la humanidad: desde los derechos civiles democráticos al derecho a un ambiente saludable, pasando por el derecho al trabajo, a la salud, o a la educación y la cultura”.
Este ideal común de derechos y libertades que representa esta Declaración sigue siendo una asignatura pendiente en muchas partes del mundo, donde la brecha entre riqueza y pobreza crece al igual que la falta de libertades. Hay que entender que la pobreza no se refiere únicamente a la falta de dinero, la pobreza tiene que ver también con no contar con la debida atención estatal para satisfacer sus necesidades básicas de la persona. La pobreza es frecuentemente consecuencia y causa de abusos de los derechos humanos.
En nuestro país, por más que se diga, “la revolución ciudadana” desde la utopía de transformar la sociedad para mejorar las condiciones de vida, no puede aún impedir las diarias situaciones de injusticia y discriminación en nuestros pueblos y ciudades, la población está viviendo momentos difíciles no solamente en el aspecto económico sino en especial en la seguridad ciudadana como una clara violación de nuestros derechos humanos, provocados por la mala gestión de los asuntos públicos en los diferentes niveles institucionales.
Los ecuatorianos queremos y necesitamos ser optimistas, debemos dejar de lado la desesperanza para construir un mejor futuro para nuestros hijos/as, por ello, sin dejar de reclamar a los responsables políticos el cumplimiento de sus obligaciones y compromisos, debemos concienciarnos y concienciar a los demás acerca del papel que nos corresponde ante el desafío de alcanzar una sociedad más justa, equitativa e igualitaria, por encima de etnias, géneros, creencias e intereses personales y partidistas a corto plazo, que tantas veces nos enfrentan absurdamente.