viernes, 9 de mayo de 2025

Enseñar historia desde la verdad es fundamental

Comprender nuestra historia no es solo estudiar fechas y nombres; es entender nuestras raíces y las razones que han moldeado nuestra realidad actual. Para los pueblos, recordar es un acto de defensa. Porque si olvidamos nuestras luchas, será más fácil que nos arrebaten los derechos conquistados.

En Ecuador, muchas personas jóvenes no conocen lo que realmente pasó desde el regreso a la democracia, en 1979, porque se ha impuesto un silencio. Nos hablaron de libertad y progreso, pero lo que vivimos fue una dictadura disfrazada, donde los poderosos, los banqueros, las élites políticas, incluso sectores de la Iglesia y gobiernos extranjeros, decidieron por nosotros. Las elecciones sirvieron para mantener el mismo sistema de injusticia. Gobiernos como el de la llamada “revolución ciudadana” prometieron cambios, pero reprimieron la protesta, censuraron la crítica y sembraron el miedo.

Millones de ecuatorianos tuvieron que migrar, porque el hambre, la pobreza y la falta de trabajo los expulsaron. Esta migración fue aprovechada por quienes necesitaban mano de obra barata, dentro y fuera del país. Sin embargo, hoy se nos quiere hacer creer que todo fue parte de un proceso normal, y se oculta la verdadera causa: el abandono del pueblo por parte del poder.

Pero la historia no ha sido solo de dolor. También ha sido de lucha. En las décadas pasadas, la izquierda revolucionaria, los movimientos sociales, los sindicatos combativos, los campesinos y estudiantes enfrentaron al poder. Desde las aulas, las fábricas y las calles se levantaron voces que no aceptaron vivir de rodillas. Esas luchas permitieron, en muchos casos, cambiar gobiernos corruptos y defender derechos. Nada de eso fue regalado. Fue ganado con esfuerzo y lucha colectiva.

Hoy, vivimos en tiempos en que se habla mucho de “unidad y reconciliación”, pero se oculta el pasado. Se criminaliza la protesta social, se minimiza la historia popular y se desprecia la organización social. La democracia parece cada vez más alejada del pueblo.

Por eso, enseñar historia desde la verdad es fundamental. No para quedarnos en el pasado, sino para comprenderlo y transformarlo. Como dijo el historiador de nacionalidades Pío Jaramillo Alvarado, “quien pierde los orígenes, pierde la identidad”.

Recordar es también educar. Y educar con memoria es formar ciudadanos críticos, capaces de defender la soberanía nacional, rechazar las injusticias y luchar por un país verdaderamente libre, justo y digno para todos.