(Parte 1)
La idea general de este artículo y las
sugerencias que al final se hacen son, en gran medida, fruto de la contribución
de estudiantes y profesores de la sección superior de la Escuela de Educación
Básica Miguel Riofrío No 1 de la ciudad de Loja, que intranquilos por el
deteriorado comportamiento estudiantil y consecuentemente con el bajo desempeño
escolar, se animaron a buscar alternativas de solución a la problemática
inicial y confusa del denominado bullying.
La Constitución de la República, Ley Orgánica
de Educación Intercultural, Código de la Niñez y Adolescencia y más normas,
garantizan una educación para la transformación de la sociedad basada “en la
transmisión y práctica de valores,…. y la eliminación de toda forma de
discriminación… en todos los espacios de la vida personal, escolar, familiar y
social”.
El Ministerio de Educación ha propuesto una
educación asociada a formar los rasgos de la personalidad y no solamente el
desarrollo de destrezas con criterios de desempeño para el conocimiento de las
leyes de la naturaleza y la sociedad, sino para potenciar el respeto, la
tolerancia y la solidaridad. Sin embargo, estas
aspiraciones lejos están de hacerse realidad en la mayoría de escuelas y
colegios, donde en los últimos días, a casi nadie le sorprende las agresiones y
la violencia que los y las estudiantes viven en ellas.
Al denominado bullying,
agresión o violencia escolar se le ha definido de muchas maneras. En otras
palabras,
Las agresiones (bullying) son acciones negativas a
las que uno o más estudiantes sin previa provocación someten a otro/a
repetidamente causándole daño físico o psicológico. Podemos decir también que
la agresión en la escuela es obligar a uno o varios estudiantes, “utilizando
la fuerza o la amenaza, a realizar un acto o a tomar una decisión en contra de
su voluntad”. Las agresiones las ha
habido siempre, entre comillas han estado ocultas para los profesores pero muy
conocidas entre el estudiantado. Antes las víctimas no denunciaban a nadie, ya
sea por miedo a los agresores o porque algunos docentes prestaron poca
importancia a algún reclamo anterior; aunque en cierta medida los y las
presuntas víctimas, las comentan con sus “mejores compañeros” y en menor medida
a sus padres.
El
tema de la agresión escolar, según expertos en el tema y confirmada por la
realidad cotidiana escolar, parte de las supuestas bromas que las hacen
estudiantes con problemas de hogar y de desempeño escolar, las que poco a poco
se convierten en una realidad cotidiana aprendida a través de la observación
del comportamiento de los y las demás. Según Bandura, “estas agresiones directa o indirectamente terminan
afectando física y psicológicamente a los estudiantes más tranquilos”.
Padres de familia y especialmente los y las
docentes debemos conocer que el denominado bullying escolar comienza habitualmente
con: hablar mal de algún compañero, con hacer correr falsos rumores,
insultarles, ponerles apodos; ignorarlos, no dejarles participar en actividades
grupales; hacer referencia a las partes íntimas o a su orientación sexual,
esconderles, romperles o robarles objetos personales; pasando por etcétera
etcéteras llegan al maltrato físico y hasta las amenazas con armas.
En la escuela Miguel Riofrío este problema no llega
a tener las proporciones alarmantes de otros planteles del país, pocas veces se
llega a situaciones graves, pero en general en nuestros centros escolares la
convivencia dista mucho de conseguir el nivel mínimo exigible, para que se
cumpla el principio de que “el interés superior de los niños, niñas y
adolescentes, está orientado a garantizar el ejercicio efectivo del conjunto de
sus derechos”.
Del diálogo amistoso, los “agresores” dicen que las
razones que los lleva a agredir a los demás, son entre otras: “sólo por pasarla
bien”, “por bromear un rato”, “fue en defensa propia”, “a mí también me
molestan”, “porque lo ven en las películas”, “porque otros los animan a
atacar”, “para ganar liderazgo”,
Lo cierto es, que están agresiones que no solamente
se materializan en la escuela, sino también en la calle y hasta en el propio
hogar, afectan en alto grado al desempeño escolar y a su integridad física y
psicológica. En las aulas los y las estudiantes agredidas muestran inseguridad
y temor, incumplen tareas, faltan más seguido y en no pocos casos los lleva
incluso al abandono escolar.