La evidencia sobre las brechas educacionales en el Ecuador es preocupante. Según las “Pruebas Aprendo” los y las estudiantes de escuelas y colegios particulares “obtienen puntajes superiores a los de escuelas fiscales” donde se educan los y las estudiantes pobres. Es decir, “se agrandan las diferencias en el rendimiento entre los alumnos” de los distintos grupos socioeconómicos.
¿Se podrá concluir, que la educación está en crisis, y que estas diferencias son reales? Antes de llegar a conclusiones apresuradas aunque coincidamos en la necesidad de transformar el sistema, debemos determinar si se puede atribuir el desempeño deficitario de los y las estudiantes pobres por la calidad de sus escuelas o colegios o si bien tiene más que ver con lo que ocurre afuera de ellos.
Desde que se conoció los resultados de las últimas Pruebas Aprendo, varios estudios empíricos han mostrado que lo que ocurre fuera de la escuela y del colegio explica la mayor parte del desempeño escolar de los y las estudiantes. Por tanto surgen nuevas preguntas ¿Quién educa y dónde se educan los estudiantes?
Por eso, cuando se analiza el desempeño escolar de los distintos grupos socioeconómicos es importante considerar el empleo del tiempo libre y sus actividades fuera de los centros educativos y respecto de los medios de comunicación. La educación para el tiempo libre consiste en permitir y orientar a los chicos y a las chicas para la realización, de manera voluntaria, de una serie de actividades con las que disfruten, aprendan, se abran nuevos campos, se relacionen, creen o descubran capacidades que tenían ocultas o dormidas. Por supuesto estas actividades están determinadas por la pertenencia de la niñez y juventud a uno u otro grupo socioeconómico.
La niñez y juventud que proviene de familias pudientes participan en talleres de música, literatura, teatro y pintura; hacen deportes; etc. En cambio, los niños y niñas y los y las jóvenes de familias pobres no tienen acceso a esas actividades, ni siquiera a espacios recreativos estimulantes, ocupan su tiempo libre frente a la televisión, juegos electrónicos o pasan en la calle siendo presas fáciles de quien sabe qué no más…
Un estudio realizado por estudiantes de
Probablemente, más tareas de matemáticas, de lectura o clases de computación para estudiantes pobres en vacaciones no sea la solución. Por el contrario, la eliminación de las diferencias de aprendizaje pasa por la atención presupuestaria oportuna por parte del gobierno a fin de proveer a las escuelas y colegios fiscales de una infraestructura adecuada y el financiamiento de los microproyectos para el adecuado uso del tiempo libre por parte de la niñez y juventud en aras de una verdadera formación integral.
Los promotores de las “Pruebas Aprendo”, además de los indicadores de conocimiento previstos, deben considerar que los y las estudiantes no pueden desarrollar sus destrezas y capacidades de lectura y matemáticas si en sus escuelas y colegios todos los servicios están privatizados. Si sus establecimientos no cuentan con espacios para la práctica de deportes o para la participación en clubes de teatro, música, periodismo, etc.…
En fin, que se les diagnostique también sobre estos y otros aspectos relacionados con la calidad de la educación, como es el apoyo a la capacitación y actualización de sus docentes. Caso contrario, las “Pruebas Aprendo” simplemente evidenciarán la desatención gubernamental a los establecimientos donde se educa la niñez y juventud de los sectores populares marginales y marginados.
La educación para el tiempo libre consiste en permitir y orientar a los chicos y a las chicas para la realización, de manera voluntaria, de una serie de actividades con las que disfruten, aprendan, se abran nuevos campos, se relacionen, creen o descubran capacidades que tenían ocultas o dormidas.
En nuestra sociedad se dedica mucha energía a alentar el ocio consumista. Resulta muy difícil salir a dar un paseo o pasar la tarde de un domingo con los hijos sin gastar dinero, pues hay una invitación continua a ello.
Estamos en la civilización del ocio e igual que uno se prepara para el ejercicio de cualquier profesión, también se necesita educar a los hijos para utilizar de forma beneficiosa su tiempo libre.
La jornada escolar suele completarse con las “actividades extraescolares”. Éstas pueden ser útiles si no se abusa de ellas, si sirven para desarrollar algún aspecto personal y si no se convierten en una asignatura más; además, deben tener un carácter lúdico y ser elegidas por ellos. Si se fuerza o se manipula a un niño para que realice una actividad que no le atrae mucho, es bastante probable que el interés por ella disminuya en poco tiempo o acabe odiando dicha actividad.
La misión de los padres estará dirigida a mostrarles distintas posibilidades: deportivas, artísticas, para conocer la naturaleza..., teniendo en cuenta las necesidades e intereses de sus hijos. Conviene tener claro, a la hora de elegir actividades, que los padres no pueden trasladar a los hijos sus propias frustraciones y pretender que hagan aquello que a ellos les hubiera gustado hacer. También va bien romper con planteamientos sexistas: ballet para las niñas y fútbol para los niños.
Al hablar del tiempo libre es preciso recordar la importancia de reservar un tiempo, exclusivo y diario, para que los hijos se relacionen y hagan cosas con sus padres y, así, cuidar el campo emocional. Y, por supuesto, los chicos necesitan también momentos para hacer otras actividades que les interesen: juegos, lectura, coleccionismo, etc.
Si a los niños no se les presentan alternativas para aprender a ocupar su tiempo libre, es probable que cuando lo tengan, se aburran y acaben refugiándose en la televisión o en el ordenador y los fines de semana se aficionen a comer hamburguesas y patatas fritas. La imaginación, la creatividad o el criterio propio habrán sucumbido a favor de unas tardes rutinarias, consumistas y preestablecidas.