Casi se ha convertido en una regla para
los gobiernos de turno, probar reformas para mejorar la educación ecuatoriana,
en algunos casos coordinadas desde el Ministerio de Educación e involucrando a
diversos actores educativos, aunque siempre los objetivos planteados han quedado
en ilusiones.
Hoy el ex Ministro de Educación condiciona
dejar la presidencia de la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional, si
previamente se aprueban las reformas a la Ley de Educación Superior y la Ley de
Educación Intercultural Bilingüe. Pareciera insólito, pero no lo es. El mismo
asambleísta en el 2015, previo a un supuesto dialogo con una red de profesores
fanáticos introdujo reformas a la LOEI, ahora
pretende nuevamente reformarlas.
Conscientes que la educación es la
columna primordial para el progreso de los pueblos, los ecuatorianos debemos
exigir al gobierno actual, una reforma educativa que sea trabajada por los más
amplios sectores del quehacer educativo, involucrando al sector privado, pero
sin perder de vista, que el horizonte principal, es la educación pública y
laica; una educación emancipadora.
Los gobiernos de turno, incluido el
actual, sometidos a las imposiciones neoliberales, utilizan la educación como
una herramienta de sometimiento y no de desarrollo. Esto se explica por la
permanente disminución y retraso en la entrega de los recursos correspondientes
a la educación, consecuentemente tenemos, infraestructura de la educación
pública en mal estado, incierta formación y actualización de los profesores;
baja de la calidad de la educación en sus componentes científicos, filosóficos,
literarios y éticos; precarización y desprestigio de la profesión docente; fraccionamiento
de la organización magisterial como mecanismo de desintegración social y
despolitizador de las demandas gremiales y populares.
Los ecuatorianos sabemos que en estos
últimos años se llevó una reforma alejada de la educación para el trabajo y
para la vida, fundamentada en valores éticos, morales, patrióticos, que elimine
todo tipo de discriminaciones que todavía se dan en los planteles educativos.
Es decir, de dejó de lado una reforma educativa que con el impulso de la
ciencia y la tecnología, se constituya en una instrumento para emancipar a
nuestro pueblo.
Lo cierto es que en el gobierno anterior
como el actual, -que se jactan de la construcción de unidades del milenio-, la
oferta educativa se privatizó al punto de convertirse en un negocio redondo
desde los niveles parvularios hasta la educación superior, dejando
prácticamente la educación pública en abandono.