La historia cívica de nuestro país señala el 31 de octubre como
el Día del Escudo Nacional, que junto a la Bandera y al Himno Nacional
constituyen la personificación de la Patria, símbolos que irradian no sólo la
fascinación patriótica, cuya llama debe mantenerse viva, sino que también
evocan los memorables acontecimientos de nuestra historia y las luchas del
pueblo a través de los tiempos, para eternizar sus glorias, su cultura, su
historia y el épico vibrar de próceres y mártires anónimos que soñaron con una
patria nueva.
Coincidencia o no, el 31 de octubre los países anglosajones
festejan Halloween, una tradición pagana arraigada cada vez más en nuestro
medio. Si bien las fiestas tradicionales constituyen una práctica habitual en
la escuela y la sociedad, paradójicamente, éstas han generado poco conocimiento
social y científico. Más bien, una violencia simbólica, pues en no pocas
instituciones, el día del Escudo Nacional es velado por la celebración de
halloween, costumbre ajena e impuesta a través de los medios de comunicación,
que ha perturbado la mente de la niñez y juventud.
La historia de nuestro Escudo Nacional es amplia, ha sido objeto
de muchos cambios, registrados desde el 9 de octubre 1820 al proclamarse la
independencia de Guayaquil hasta el año de 1900. Es durante la Presidencia del
General Eloy Alfaro, del Viejo Luchador, del defensor de la escuela laica y de
la soberanía nacional, cuando se adopta el actual Escudo Nacional.
Tarea de la sociedad y escuela es refrescar la memoria cívica y
orientar las obligaciones personales y colectivas hacia la patria. Las
conmemoraciones cívicas no deben reducirse a ritos formales ni a frías y
tediosas conferencias que se obliga a escuchar a los estudiantes. Por el
contrario, los actos cívicos deben convertirse en espacios de generación de
aprendizajes y acciones de verdadero reconocimiento de los hechos y gestas
gloriosas del pueblo, donde los estudiantes puedan informarse y personificar el
fervor libertario y el orgullo de ser ecuatorianos. Es una falacia creer que el
civismo se aprende en las aulas. No, el civismo se vive en las calles y en la
comunidad ejerciendo deberes y derechos, es allí donde se forma la conciencia
cívica, histórica, social y política de los hombres y mujeres, del pueblo mismo
que es en realidad la patria.